Cuando se construyó en 1883, el viaducto del Saladillo fue considerado la obra más audaz de las efectuadas por el Estado en aquellos tiempos. Ubicado a 23 kilómetros al norte de la capital tucumana, a cuatro km de El Cadillal, tiene 28 metros de altura con una longitud de 365 metros. Para construir sus 24 pilares, sus 25 arcos y sus barandas se utilizaron 5 millones de ladrillos.

Fue construido para el ferrocarril del Norte, luego Belgrano, para el transporte de cargas de Tucumán a Metán (Salta). Cerca del viaducto hay un túnel y un galpón con insumos ferroviarios. Su uso duró hasta 1928, cuando, a causa de las grietas que se producían en la estructura, se habilitó un viaducto paralelo hecho de metal y cemento, por el cual siguen pasando los trenes hoy.

Esta obra de ingeniería dejó de ser visible después de 1940 pues la traza de la ruta 9, que pasaba por debajo de su arco, fue cambiada hacia su actual recorrido, más al este.

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El viaducto, ya escondido, fue declarado monumento histórico nacional en 2000 y en varias ocasiones se intentó darle relieve turístico. Hubo un proyecto del ente de Turismo y de la comuna de Los Nogales en 2008 para instalar merenderos y en 2011 una empresa de rappel anunció una propuesta de experiencias de aventuras. Pero toda el área, que quedó en medio de predios reclamados por particulares, tiene acceso restringido y se usa para cultivos de limón.

Sólo los bikers, que pasan por debajo de sus arcos en un recorrido entre Tafí Viejo y El Cadillal, lo disfrutan, al igual que algunos visitantes que atraviesan, con permiso, el portón de ingreso, cerca de la ruta 9. La imagen corresponde al año 1900, y es de la Revista Tucumán.